miércoles, 3 de noviembre de 2010

EL SIGNO DE TANIT

Esta mañana, en el pueblo:EL SIGNO DE TANIT contra la muerte


Tanit era o fue una diosa fenicia. De mala fama, como todo lo de aquellos derrotados... ¿O no es verdad que los vencedores no tienen mala fama? Como mucho, se les trata con condescendencia, como a niños mimados cuyos privilegios no se discuten, se dan por hechos. Nunca son tachados de delincuentes. Para eso son los vencedores, los dueños del derecho.

Tanit, fenicios: inmolación de infantes, sacrificios sangrientos.

Hoy salí de casa a las 6 y pico de la mañana. Les abrí a mis perros, contentos de recuperar la alegría del paseo matinal insospechado, pues hace meses que no se (me) lo concedo. Mi calle da a la plaza de la Iglesia, y de noche el horror verde en que han convertido el palacio viejo no se nota, así que tiré contenta hacia el este, y en dos calles más, todo recto, pasé entre la casa de Monchín y de la de Pincho (ambos perros, ambos dormidos), dejé a un lado la casa rural, aún cerrada, donde sólo un ventanuco deja salir el ruido eléctrico de una refrigeración permanente, y bajé, ya fuera de las casas, por la calleja de la charca, admirada del esplendor de la noche estrellada. Las dos Osas y Draco, a un lado, al otro, Orión, los perros cazadores, Aldebarán en el cuerno de una vaca, otro héroe antropomorfo que creo que es Hércules... Bajo ellas las luces del pueblo, y enfrente, no oscuro del todo a la luz de la luna, aún no claro con el primer resplandor del sol, la línea del naciente. La charca brilla y refleja las cuatro encinas que tiene encima, como una foto perfecta, y desciendo hacia ella dándome cuenta de lo afortunada que soy: sin necesidad de pasar hambre, frío ni grandes trabajos, disfruto una de las sensaciones imposibles para el mundo moderno: la de andar en la lechosa luz de la madrugada.

Es difícil expresar lo que esto significa con palabras. Sólo sé que para millones de personas es un imposible, algo del todo irrealizable, por más pasta o ganas que tengan o no tengan. Quizás nadie lo añore. Sin embargo, cuando lo estás haciendo, y de pronto te das cuenta de que estás ahí, caminando en la noche del planeta sin interferencias eléctricas, entrando en tus ojos sólo la radiación nocturna de los astros lejanos, que no han cambiado sustancialmente en miles y miles de años, tu cuerpo responde y sabe que es bueno, que está bien verlo así, que tiene suerte, y lamenta la suerte de los urbanitas y se alegra de no estar condenado a no ver nunca con los ojos la verdad de la noche.

Una noche, o madrugada, muy buena. No hace frío a estas horas en este suroeste, y mis pies pisan con confianza, sabiendo el sentido de los charcos, las huecos más oscuros, las zonas más claras del camino. Enfrente...

Pero no sólo iba sintiendo eso. Pensaba también en el precio que pago. Desde que vivo en el pueblo, y por vivir en el pueblo, fui incapaz de recuperar mi trabajo de antes, incapaz de conducir cada día lo que tendría que haber hecho, hasta que me deprimí del todo y llegué a enfermar seriamente de tristeza, hasta llegar a como he estado. No me ha sido fácil adaptarme a la soledad, la pérdida de la sensación de disponibilidad de compañía y oportunidades de la vida urbana, la pérdida real del trato con mis amigos de antes, las dificultades para hacer la compra, el no saber de hecho cómo sobrevivir a cada día... Iba pensando en eso, y añorando aún tener otra vida, más normal, más fácil para mí, al menos para mi yo de antes o mi yo virtual de criada en ciudad, cuando vi salir, como antes hacía, el primer coche que se desplazaba hacia Cáceres, o hacia Valencia de Alcántara, o hacia donde fuera, en busca de su trabajo.

Daros cuenta: aún es de noche, yo aquí paseando con los perros, y allí, bajo las luces del pueblo, saliendo ya de ellas hacia la carretera nacional, veo asomar las luces rojas de un turismo, y pienso que así era cuando salía yo misma, y me alegro, la verdad, de estar donde me encuentro y no partiendo en coche, sentada ante el volante, los pies en los pedales y la cabeza puesta en la carretera, en la oscuridad que hienden mis dos faros.

Me sale un gesto extraño de triunfo, como si fuera un delantero centro tímido que acabase de dar un gol.

Y sigo caminando. Más allá de la charca el camino sube, y cuando llego al punto más alto antes de la carretera comarcal veo la luz blanca de la nave de las vacas, y sé que antes está el arroyo, y sigo bajando, y me detengo para admirarlo todo de nuevo: el agua, la línea del horizonte, los árboles oscuros, las estrellas... Y entonces me fijo de nuevo, y me doy cuenta: es el signo de Tanit lo que tengo delante. No sé cómo describirlo: están los cuernos de la luna muy delgados, tumbados en el cielo del este, encima de donde sé que saldrá el sol, como una luminosa barca. Y recuerdo haber leído que ése era el mejor signo de la luna, de Tanit: la barca, cuando su semicírculo cóncavo parece navegar, como las naves del Nilo, como el barco de Osiris, y además...

Además, el resto de la luna es también visible, como un círculo oscuro, pero al mismo tiempo luminoso, con una negrura que sin dejar de ser negra está microperforada por punciones de luz indistinguibles, pero presentes.

Y ése es el signo: la luna decreciente tumbada, paralela al horizonte, muy brillante, con los cuernos hacia arriba y sobre ella, como si fueran dos cuerpos y uno acogiera al otro en su regazo, el círculo oscuro del satélite, que parece, por una ilusión óptica, desprendido de la curva luminosa en que se asienta, como si hubiera dos lunas que se acoplan.

Encima el círculo lleno oscuro, más pequeño, debajo la curva de una medioluna blanca grande, y juntas navegan inmóviles, embarcación y pasajero, sobre el agua del cielo. Así lo vieron, así era. Así lo veo, así es. El signo más favorable de Tanit es mi regalo este paseo.


miércoles, 3-11-2010


1 comentario:

  1. Estupendo leerte. Vive, y punto. Vivir es sentir el momento, y tú lo vives con placer.

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