NUEVO LIBRO
Ana Baliñas /maquetación y títulos poemas: José Camello
Uno solo
Si justificas de un solo tiro la esquina de la tarde
si apuntalas con una sola lanza todas las nubes de Breda
si aprietas todas las llaves con una sola tuerca…
Te podrías perder y nadie perdería.
Eres el mal y nadie te lo dice.
Sin temor a las fieras
Cuando sale la Osa Polar sobre los pinos, y es de noche
tú estás dentro del coche y yo la espalda
sobre el primer pasto seco y la arena granítica.
Soñamos juntos industrias líticas
bifaces neandertales y lanzas de dos metros
y todos los canchales se hacen dólmenes
tienen rocas rascadas.
Cuando sale Orión y pasa un tren al sur
andamos juntos por un camino
vemos las manos que han hecho los muros
las palmas encallecidas
el portal para entrar la yunta
y el arado.
Caballerías y canes cazadores sobre Tauro.
Cuando vemos Pegaso, que es enorme,
hay una presa romana a nuestras pies y en ella tililan las estrellas y croan,
más allá, las ranas
y no estamos solos y somos gente de diversos países que soñamos
el mismo rechinar de los mosquitos en los páramos del más remoto norte a nuestros pies
(Fin-landia, Austria, Alemania)
y medio hemisferio considera que Pegaso no existe
mientras el otro medio sigue con avidez sus alas desplegadas,
tan grandes que es realmente capaz de volar sobre el sol, si lo desea, y sólo las nubes más ingentes podrían comparársele en tamaño de cosa.
¿Existe o no Pegaso?
¿Existe o no Orión? ¿Y la Osa Menor, el Carro
de nuestros antepasados orientales y meridionales,
existe el gran espinazo del africano animal que cruza el charco oscuro del cielo,
y esta piel es su piel, hendida aquí y allá sobre el cubil-topera que nos cobija, para mostrarnos que encima de su cuerpo hay un día mayor, el del sol que nos visita desatando su piel como si fuera de agua, y seguramente un animal así sólo se mueve con el tiempo,
aunque de algún modo que no sabemos explicarnos con más certeza vuelva
cada vez que se pone el sol a dormir sobre nosotros, y la tierra es caverna y madre y refugio
bajo él cuando nos tapamos más hondo y a cubierto,
y también cuando vivaqueamos en los más secos arenales sin temor a las fieras?
Una mañana clara
Una mañana clara de mediados de agosto
(la promesa de otoño empezando a gestarse)
me demoro a la vera de la vía del tren
con toda la ciudad a mis espaldas.
Cuando fui pobre de solemnidad me enterraron en andas
y el magosto siguiente, con castañas e higos
comí por vez primera hasta llegar a hartarme
y dejé el campo santo con los sanos y vivos
ruando las candelas, respingando los críos.
Desde entonces no he parado de correr.
Ya viene un tren de carga a llevarse mi alma.
Ya viene un tren de carga a llevarse mi alma.
Santo Domingo al fondo, La Sierrilla y Los Llanos
dan sus lomos más suaves para el viento del este
que me toca la toca, la cobija y las manos
con las que tanto trabajé.
Ya viene un tren de carga a llevarse mi alma
Voy a espigar de un soplo todo el mar del oeste
y el abismo sin fondo que hay en cabo Espichel.
a los difuntos del Cementerio del Castillo de Magacela, y a todos sus familiares o amigos. I.M.
Las casas perdidas
Las casas perdidas
en la tormenta seca
vuelven con cada estallido
a habitar la ladera.
Vuelven todas
no sólo ésas de cara oscurecida
también las derruidas
y aquéllas que sólo tienen
medio muro de súplicas.
En cada exhalación se recomponen
y la ciudad entera es otra y la que era.
Economía
Cuento cerezas que valen por mil;
no es algo que se pueda repetir.
Hay cien mil objetos que no valen nada
y el viento se rompe y el tiempo se calla.
Por detrás de mi sombra
Suena fuerte la noche y pretende apagarme
como el viento que sopla un pábilo de cera.
Camino siempre un poco por detrás de mi sombra
para que sea ella quien tropiece primero.
Y sentado en el andén veo pasar el viejo tren
lleno de gente… CIENTO VOLANDO
El baile del imbécil
Y después de la fiesta
cuando cierras la puerta y te quedas
solo con tu solo y absurdo tú,
el yoyó y el tutú
juegan juntos su baile ridículo.
Tu yo le dice a tu yo tú ti
que es justo como un tití.
Y tu tú, que es más tétrico
le recuerda su ritmo vivido,
le recuerda su baile dormido
(el que juntos bailaron los dos)
y le dice que fue sólo un paso en el baile
unido y conjunto
del juego que junta la muerte cuando gana a la vida.
Y le suelta tu ti, que es más mítico:
“mi ti suenas perfecto e imbécil”
mientras baila su juego ridículo.
Y entonces,
cuando cierran la puerta y te quedas
con tu solo y absurdo tú
te das completa cuenta de que eres exactamente eso:
el único bailarín ridículo del baile del imbécil
sin yoyó y sin tutú
solo contigo.
Se ha estrellado el frío
Se ha estrellado el frío
noviembre
en el cristal y el árbol.
Como el vapor de agua condensada
que la luz ilumina creando rayos.
Como el cuerpo ya yerto que a la vera del tronco se abre
a la oscuridad de las estrellas y de un faro que pasa.
Se ha estrellado el frío
noviembre
en el cristal y el árbol.
a “Churrito” y al resto de los gatos rotos, muertos o atropellados, que alguna vez todos hemos tenido que enterrar o dar, para que al menos ellos se los coman, a milanos y zorras. Serán al final de las hormigas.
Manipulación
Donde no te pueda dar más que pena,
ahí justo me pondré
para manipularte.
Donde no pueda darte más que lástima,
ése será precisamente
el lugar que voy a ocupar.
Donde me tengas que poner el dedo bajo el pie
y que pueda quejarme,
ahí también me pondré
y chillaré bien alto
cuando te pise sin querer
sin que puedas quejarte.
Al final
en todo sitio del que ya no puedas escapar
ahí justo me vas a encontrar.
Nunca me podrás echar
porque yo sé muy bien manipularte.
Golpea la tarde la lluvia desnuda
Golpea la tarde la lluvia desnuda:
espada
de agua.
Se uncen al tiempo dos mansas vacadas.
Se trenzan sus cuernos, unidos y calmos.
Y van por los montes
ayer
y mañana.
Accionariado de parientes y amigos
accionariado de parientes y amigos
consuelo de perros y (de) hermosos paseos fríos
si no tienes lo primero
si te falta todo segundo
si tus necesidades
básicas o ácidas, calóricas o proteínicas
no están bien cubiertas
¿cómo vas a pensar?
Punto primero, ese (es) el punto primero de la canción del dinero;
parte segunda la aguja, pero
si te falta hasta la aguja y la coguja
¿cómo vas pensar?
¿cómo vas a pensar?
Punto tercero, accionariado
de gente inaccesible, lejana y desconocida
que va horadando las calles.
Si te persiguen
¿cómo vas a pensar?
¿cómo vas a pensar?
Sueño que duermo y los lirios son blancos
SUEÑO QUE DUERMO Y LOS LIRIOS SON BLANCOS
QUE DESCANSO Y NO LLUEVEN LOS LIMOS EN LAS MANOS
QUE LA NOCHE SE LAVA MIENTRAS EL AGUA ESCAMPA
OSCURA
Y BLANDA.
SUEÑO QUE DUERMO Y LAS ROSAS SON BLANCAS
QUE DESCANSO Y NO LLORAN LOS BARROS EN LAS MANOS
QUE LA NOCHE SE LAVA MIENTRAS LA ESTRELLA ES ELLA
LUMINOSA
Y PEQUEÑA
SUEÑO QUE DUERMO Y LAS CALAS SON BLANCAS
QUE DESCANSO Y SOLLOZAN CAMPANARIOS DE LÁGRIMAS
QUE LA NOCHE LAS MANOS SE CONSUELA
EN EL CIELO, CON ANDAS
Y VIENTOS
CON LAMENTOS
QUE SE LLEVAN LAS NUBES
OSCURAS
Y GRANDES
LUMINOSAS
Y BLANDAS
NEGRAS
Y BLANCAS.
Cansancio
Sueño que me pasé pensando
quince horas de noche y otras tantas de día.
Amanecía.
Me despierto y por seis
no me salen las cuentas en el día de ayer.
Traigo
Traigo los últimos envenenamientos
traigo las últimas palabras.
Y aunque por un lado el peso del dolor
y aunque por otro el peso del amor…
Al final se desequilibra, oscila a su favor.
Mensaje urgente
Trae algo de donde quieras
esboza los gestos que te digan tus dedos
enarbola el cojín hasta tocar el cielo.
No será verdad
no será fácil
no será ético.
Será solo algo que trajiste de donde quisiste
serán los signos mudos de tus falanges
y el estandarte estará apenas a dos metros del suelo.
Pero, pero…
Amanece, es decir
Amanece, es decir
hace un frío que pela y la luz
ha llenado ahora mismo este mundo de cosas.
La mañana
ha decidido sola que el día será largo
trabajoso
difícil
y que tú no podrás simplemente habitarlo
ni evitarlo.
poema no publicable, por favor no se haga.
¿Lo borro, o no lo borro?
Quizás tu podrías decirme si la noche
tiene rabos o nabos o sólo son mis cerdos
y mis asnos.
¿podrías tu decirme si la noche
está llena de coca o de caballo
o sólo es en mi granja, tú ya sabes?
Quiero echar a esos cabrones
Quiero que vayan al fin
quiero que la ley se cumpla
quiero que me sirva a mí.
(…)
-“quiero que te sirva a ti”
-“¿quieres que te sirva yo?
es muy raro lo que dices
no te enteras
dámelo”-.
Quiero echar a esos cabrones
Quiero que vayan al fin
o que al menos se enderecen
quiero que la ley se cumpla
quiero que te sirva a tí.
Ya estoy harto de que: “la constitución no hay que cumplirla”
también dicho: “constitución…, pa qué?”
“pa mí…? pa ti…?
¡no vale la ley pa ná!”
[a mi poeta extremeño vivo favorito,
Robe, o como quiera que se llame,
-E ó I-
niesta-, que la tiene, cuando escribe, bien
enhiesta,
la frente y la dignidad.
Por ejemplo, dijo:
“córtame las piernas //
y aún podré volar”.
Y a todos mis amigos.]
Alicia en Oporto
Hay dentro del televisor un reflejo chiquito
y si pasara Alicia a través de él tendría dificultades
graves, pero una vez dentro…
-¡qué estrechez!- le gustaría
la oscuridad incolora que es la luz de ese mundo
su aire casi pétreo
la ceniza basáltica de radiaciones ya quemadas que llena sus rincones
todos de la misma fluorescente materia:
cosa foco y cosa luminaria, ente bujía…
Apotegma
Es casi increíble con qué facilidad nos quemamos.
Acerquen, si no me creen, lumbre a sus manos.
¿Lírica?
a J.P.C.M., con amor.
Me levanto temprano para soltar dos perros
que corren desatados por las calles.
Algo grita en lo alto la señal de su aviso.
En el medio del pecho se me forja una cruz.
Me despierto temprano para mirar dos pájaros
a los cuales no falta lasitud ni vigor.
En el medio del pecho se me trepan sus vuelos
de la teja al olivo, del olivo al alcor.
No me quitan que el pecho sea mío y no mío.
No me quitan que el árbol sea roto y la flor
se muera para siempre por cualquier lluvia ácida
Sí me quitan las ganas de matar.
Sí me alegran las ganas de lecer.
Y de entrar en tu cuerpo por cualquier pared mágica
de corazón y mente
de pasión inconsciente
de directo al mentón de una caricia.
Llora, pues, corazón. La lluvia puede matarnos y los perros volver
para morir en sangre envenenada, herida abierta.
Olivo, teja, alcor… ser derribados
de la realidad aquella que teníamos y sentíamos nuestra.
Las calles más pacíficas son las bombardeadas
cuando estalla una guerra. También las más lejanas.
Como ésta que es nuestra, donde espero temprano
mientras duermes, amor, mientras tú duermes,
lasitud y vigor, sombra y caricia,
y me besas después disipando amenazas.
¿Épica?
“
…Fue así.
Y así yo, Oser Turuñuelas, albo de Tormes, nacido en Gata
os lo he contado a lo largo de esta noche”.
Cuando calló la voz hicimos entre todos el silencio,
con miradas de aviso.
Nos tentamos uno a otro, los que estábamos cerca,
con disimulo cintos
y con tiento las manos. El enviado tenía toca blanca y eso era verdad. El enviado había llegado a hablar entre nosotros y nosotros ayer le franqueamos paso en campos, le abrimos nuestra cerca por el mismísimo lugar de nuestros propios caballos.
Aquello, en fin, había pasado en esta misma luna, que aún empezaba ahora mismo a desincharse en el cielo, sobre la calle del Pozo y de Entrerranas. Monisteri y Sayd se miraban, desconcertados, las palmas, sin alzar la cabeza todavía. Esperamos.
El enviado, exhausto, o al menos fatigado tras el larguísimo canto
y el viaje pasado tres veces repitiéndolo, hasta llegar aquí, callaba preguntándose sin duda
si le dejaríamos siquiera partir.
Tenía toca blanca. Albo de aquel lugar,
tenía con las torres y la muralla de Tormes, en la cabecera misma del río que lleva al tajo del mar sus aguas dulces
y suavísimas,
había al pie de las aguas aceptado aquel cargo.
Todos le darían algo. No pediría mucho. A cambio
cuando ellos quisieran tendría que salir
a vocear. Anunció durante años felices, en aquella fecunda juventud
los mejores productos de sus gentes, y en las ferias propias
disertó rodeada de otras gentes y de otras tocas variopintas o albas,
muchas rotas
ningunas orgullosas. El enviado era hoy, de Tormes, una mujer
fuerte, y sus mechones tenían gris de la ceniza que es residuo del tiempo en sus entrañas, y el caballo no se había apartado en ningún momento de su lado
más que ayer, cuando le abrimos nuestros brazos los cuatro o cinco que aquí la conocíamos..
El enviado bebió un vaso del agua que nosotros le dejamos. Abrió las primeras hojas que llevaba y empezó a comer una de nuestras roscas, a morder con hambre una fruta. Empezó, y apenas habíamos respirado todos, el enviado, Monisteri y Sayd,
unos instantes, volvió a hablar:
“Como os dije y resumo aquellas tropas injustas llegaron al sur del río
y lo pasaron sin dirigir a nadie palabra. Cabalgaron con prisa, muy apriesa y cuando yo, por ejemplo, llegué al centro, habían empezado, ¡oh!, a matar. Ahora se han encerrado con muchos inocentes, y si intentamos acosarles les golpean con fuerza. NO podemos, sin más, abandonarlos. Son ciento y cincuenta de todos nuestros parientes, de todas las riberas que bierten hacia el Tormes. Yo, alba de la ciudad, he venido a vosotros tras decirlo en
camino en seis lugares. Ellos ya han partido a socorrernos como sea posible. Si somos suficientes
para tumbar aquellas piedras con gran fuerza y avanzar al unísono en gran priesa apretada,
entraremos y no les dará tiempo a hacer a todos gran daño. Pero hay que salir ya. Si acaso al llegar vosotros y yo al caer el sol de hoy ya hemos vencido
a aquellos desconocidos agresores
con lo vuestro que llevéis y lo nuestro que aún haya (muchos graneros han sido en esa media hora triste quemados, y despensas en casas, y muchos, que no yo, heridos por aquellas armas)
haremos fiesta de todas las riberas en lo alto del Viestre
y podréis pronto volver, ya saciados,
en etapas tranquilas, a estas hermosas calles, llevando riquezas de nuestras casas para adornar las vuestras. Nuestros platos y los cintos y arreos y avíos más hermosos de los muertos
están con ellos aún, con encerrados vivos en aquel terrible cercado
donde no desearía nadie quedarse ni un segundo a suyas puertas, pues hiere de tal modo lo que gritan o callan, escondidos en el balado, y acrecen nuestro temor, los invisibles… “
Cruzamos las miradas y tentamos los cintos y los pechos, y quien pudo, las manos.
Vigilamos los que pudimos los gestos de Sayd y de Monestir, y ajustamos a los suyos nuestros cuerpos. Evitamos mirar donde ellos no lo hacían. Ninguno interrumpimos el silencio tras la voz que se rompió y luego continuó su tremendo recitado:
“Por favor, venid ya los más fuertes de vosotros. Necesitamos cientos
pues el balado el largo, algunos lo conocéis, y los nuestros
amigos y hermanos y familias con fijos casi enteras sofren de tan horrible modo sin causa.
Volvió a callar la voz, y muchos de nosotros
sentimos sobir lágrimas a los cuellos y manos de nuestros niños al pecho y corazón.
Nin uno hablaba. Solo en el lugar donde nadie miraba retumbó, en el corto silencio, en la jamba, del cerne hondo del hierro ya forjado,
entre golpes un “¡no!”. Ninguno, pues Monestir Gamón y Sayd Saucada callaban tercamente, respondió a ese llamado.
Pese a los golpes, luchando contra ellos con más aguda fuerza de garganta que rompe
el pecho de quien la llena, el alma a quien la oye, volvió a sonar la voz:
“Yo, alba de las riberas suavísimas del Torm que vierte al tajo
os digo de aquellas aguas que saldrían de sus valles si pudiesen, para ayudarnos, y que tal nosotros haríamos si desgracia de violencia sin causas tal
cayera entre los vuestros de repente.
Partamos o partid ya. ¿Dejáis vaya con vosotros o debo, no os lo suplico, buscar hacia otras tierras lo que de vosotros necesitamos, con toda urgencia, ya!!”
La acalló al fin el poderío del ruido de la forja y el crujir de piel afuelletada.
Y fuimos ellos dos y quienes les rodeaban y quienes rodeábamos a quienes les rodeaban
quienes miramos finalmente, en un solo gesto, tan lento y demorado como la mano que cepilla la tabla, hacia la fragua.
Empezó la batalla y la perdimos, soles y soles después, eternamente, los mismos que entonces con dolor, con temor y temblor, la batallamos.
¿Anacreóntica?
Ya sé qué haces, maría, amiga mía
tan parecida a la Aralia Elegantissima
tan parecida a la Dizygotheca excelsa.
No sé como, pero me lo imagino,
el trabajo de tu THC (-y me interrogo-)
(¿aminoácidos…? ¿cómo atan o establecen sus lindas conexiones?)
(incluso… ¿es ese el nombre real de tu principio activo?
¿qué cannabioides son activos, y quien decide en qué?
¿qué no sabemos?….
Y con esta pregunta, inicio de toda sabiduría científica que se precie,
inicio la salida del paréntesis, sin saber todavía, pues hablo para mí, pues hablo solo
si son esas tres letras, te, ce, hache,
las de tu principal principio activo reconocido,
o no);
tu trabajo, en fin, me lo imagino
en las anchas cavernas de mi cuerpo real, que es el que habitas, con toda su geografía abisal y magnífica, misteriosa y oscura, llena
acaso de una luz que se apaga sola ante cualquier cuerpo extraño, pues es
mágico y maravilloso ese paisaje, y pesa sobre él el encantamiento de defender la vida propia, vedando toda entrada, excepto….
Ante ti, oh maría, amiga mía,
tan parecida por fuera o por dentro a Aralia Elegantissima,
a la linda plantita que tengo en una maceta, siempre a punto de expirar, siempre pujando
por dar sus brotes nuevos palmeados, delgados como dedos de una niña pianista,
verde y oscura como la cara de la luna en un tiempo remoto,
cuando (y esto es un sueño sólo)
compartieron satélite y planeta el misterio de inspìrarse, uno a otro, una atmósfera.
¿O eran las plantas de la luna azules? ¿Por qué no? ¿Malvas acaso?
¿Pudo ser otro el color en la luna de respirar para sacar de la luz vegetación…?
Pero vuelvo a ti, pequeña planta que, como mi propio cuerpo, rechazas toda inquisa,
toda investigación atroz que te regule al conjuro del más torpe poder, el de los necios malos o abotargados que confunden bueno y malo
y no entienden su cuerpo ni ningún otro cuerpo
o no se solidarizan, vivos ellos, con la vida del mundo
del único y lindo mundo escaso que tenemos.
No te pido que me esperes en el cielo
para hacer nuestro nido en nubes de algodón.
No quiero, entre comillas, vivir de Para-
cetamol, y similares….
Tú al menos tienes riesgo y conmueves, y ¿no es siempre más peligrosa
el agua mansa y quieta cuando esconde peligro,
que el torrente veraz que no niega su fuerza…?
Tú no la niegas, vieja verde maría, vieja poza polonia de mi infancia remota
y contigo he hablado allí, en ese recodo de aquel agua pequeña
que vertía luego al Lérez pasados Vichocuntín y la fantasmagórica población que la amenaza del encoro había entonces desalentado, llevándose sus puentes….
Tú también tenías tu pequeña fervenza
y por eso remansabas atrás para el baño y la pesca y una isla después y por eso tu ruta
daba paso sencillo para hombres y mamíferos de seguros pies ágiles
de una ladera a otra de esa tierra de montes….
¿Quién se había
callado entonces, de la dos?
¿Quién inspirado?
Yo ya intuyo tu magia, conectar dos cerebros
o mejor conectar el vientre y la cabeza, lo de abajo y arriba, lo segundo y primero, invirtiendo su orden…
¡Qué falta, maría, les haces a cuantos tienen todo
trastocado a priori
y bailan tu batucada felizmente y sin miedo
pero no sin prudencia, oh bendita influenza!
Cuando duelen las cosas
Cuando duelen las cosas
las manchas de las paredes son rasposas
los ripios son poemas, y las canciones
sosas.
Se me han pegado
el píloro y el áno(do), las plantas no florecen, están blandas y fofas:
ni las blancas, ni las verdes, ni las rosas.
están blancas las verdes, y desnudas las rosas
Me dicen que es invierno
y normal lo que pasa
me dicen que me muero, y que es porque me toca;
me tocan los cojones y yo no me lo creo
me dicen que estoy bien y me lo creo
menos;
me dicen mientras me traen, para la losa, flores,
La ruina del secarral
Puertas alegres de mi casa: abrid y cerrad siempre bien
Calle: sé siempre acogedora
Habitaciones: también
Y con estas pequeñas instrucciones
(puertas y calle, cocina y alcoba)
hacednos tan felices, a los que aquí vivimos
como a perennes
dioses.
Marzal
Éste es el mes de marzo :
me sangra la nariz, no sé de qué
y los pájaros vuelan como saben.
Poética en cursiva
(Hace mucho que no pienso una poética.
Pensé muchas en tiempos, y me divertí, debo decirlo
con a cidade dos deuses y la lura da lira.
Eran para mí, supongo. Ahora,
ya no sé, ni me importa, si escribo mal o bien.)
¿Oda?
Olivo (paisaje: acuarela a tres tintas)
Vale: hay que reconocerlo.
Cuando hubo niebla espesa y luego se vio una cortina de agua
y la niebla aclaró y se fue, se fue a donde vaya cuando se va
la niebla sobre sus pies de plata líquida
al pasto o hacia arriba
al aire o a la tierra
quizás a refugiarse, blanca dama del pozo, hacia los pozos
quizás a refugiarse, blanca dama del bosque, hacia los árboles
quizás a refugiarse, blanca dama del risco, hacia las cuevas
y los altos…
Las nubes son grises al fondo y más claras arriba. Ya ahora mismo
acaban de fruncir el ceño ahí, puesto cara de lluvia
y con unos segundos de sol matinal raso, son las nueve de marzo, el mes empieza y la estación
ha cambiado o está cambiando desde hace pocos días.
Entonces, cuando el sol salió a verte brillar las hojas, llegó de lado,
blanco señor del alto, que no llega a los pozos
blanco señor del bosque, que no llega a los troncos
blanco señor de peñas, que detiene hasta un risco y ve morir, un día y otro,
al señor esa roca;
su cadáver expuesto, enorme y rojo, cuando pasa el solsticio, henchido;
languideciente, a punto de expirar, -acaso para siempre-, en pleno invierno…
(¿y si el sol se muriera, qué pasaría, olivo,
qué dirían las piedras, dónde tus hijos
podrían brillar con él, u oscurecerse
mezcla de nube y piedra, alquimia vegetal de este tinado
con tus olivas negras y tus ramillas frágiles
cuando quiero pintar?
Eres perfecto.)
Hay que reconocerlo: eres perfecto
y ahora en vez de la lluvia ha vuelto el sol, un dedito más alto
y sólo la cal del muro de la casa de atrás mata tu verde, lo deja casi negro, y te conviertes
en el abigarramiento puntillista de todas y cada una de tus hojas,
que se adelgazan, mostrando sólo el filo,
y todo tú eres trillo
de diminutas, innumerables piedrecillas picudas.
En cambio
contra el fondo de las nubes están tu haz y envés
tu modo de mirar vientos dejando que se vayan de tus manos inmóviles
la doble verdad, jamás contradictoria, de ser así de frágil y de fuerte
de durar sin dureza, dando todo el invierno
el negro fruto que pende aún en tu centro
maravilloso
como el don de un genio de la lámpara
como el regalo dorado y verdoso que de ti se separa
como el alma capaz de iluminar ladrillos y dar en tablas y adobes
los colores.
Olivo: me dicen que no eres una mata fugaz.
Olivo: me dicen que haces lo mismo cada año.
Olivo, me dicen que eres capaz de crecer
y si te corto
pero dejo el espacio y los suelos que abarcaban tus ramas
renacerías como el fénix y no es tan sólo un cuento, pues aquí estás y testimonios de madera retorcida y tumbada entre los que has crecido rodean tus nuevos troncos,
tus nuevas ramas gordas, me dicen que fuiste otro y volviste a nacer, tú solo,
hace no sé cuántos años, -quizás era
durante toda mi propia vida-
creciste, otro ya del que fuiste antes, aunque el mismo
que eras cuando vivía y se alzaba hacia arriba ese tronco hoy retorcido y tumbado, como una culebra bastarda que se enrosca en la tierra, aparentemente a punto de morir, y se va luego dejando la curva de su piel, de tu mismo color, y así tus dos yoes conviven sobre
el amasijo de piedras que contienen tus raíces por encima de la lámina oscura del tesoro del agua, que es del mismo color y textura que la piel y la carne que visten a tus hijos
futuros; agua subterránea, eterna como tú, al menos milenaria, como tú, que ya estabais aquí, acaso entonces otro de verdad, simple acebuche,
cuando generaciones de hombres y mujeres que en último término me dieron la vida aún esperaban en el limbo del remoto futuro, y tú ya tenías, bajo tus pies, guardado en su cofre tu tesoro, agua subterránea, agua lejana pero capaz de subir a besarte cada invierno, agua capaz de inspirarte el hálito de vida cuando el clima
decide que no llueve y los estíos la alejan, como una caravana de enanitos portadores de víveres que se esconde en el suelo, ante el hambriento,
cada vez más profunda, pero nunca
tan inasible para ti que no hayas siempre pacido en tu tesoro,
esa agua que por tanto quizás te pertenece
más que a mí, desde luego, que al cabo tengo patas y me puedo marchar.
Agua tuya, pues,
a la que siempre aspiras, a la que has llegado
tantas veces, a lo largo del tiempo, como un héroe de epopeyas milenarias, como Gilgamesh en busca de su amigo.
Distinto,
el mismo,
estás aquí y me das todo cuanto describo, cuanta idea te narro
mientras sigue su baile de nublados y ráfagas de sol la lenta matutina
perezosa y tranquila, desplegándose y plegándose, ya de luz, ya de ceño,
pero no llueve aún;
luz capaz de jugar así consigo misma, un minuto tras otro, una hora tras otra, y las cigüeñas
tabletean que han visto concurrirse de gente aquella torre suya, a tus espaldas.
Olivo: estarás aquí mañana y pasado mañana.
Olivo: estarás aquí un año y otro año, si te respeto
hasta el fin de mis días, por lo menos.
Olivo: es increíble que seas
así de generoso.
Viaje al corazón de la tormenta
Gente generosa
lucha infatigable
cosas que no existen…
Pero no es sólo aquí.
Pero no somos grandes.
Pero esto da miedo.
Pero… ¡chacho…!
¿Qué queremos?
¿Cuál es la última ley
de las palabras o el silencio?
La tierra
es más fuerte
(dice sólo:
¡creced!)
La luna
es más chica
(dice sólo:
¡yo fui!)
El sol
es más grande
(dice sólo:
existid!)
***
En la tierra de Barros
hubo bueyes y carros.
En la tierra
de Barros
hubo yuntas
y arados.
En la tierra
de Barros
hay gentes y hay callados.
Ipod
¿Cuerdas y clave?
¿Órgano y vientos?
Es el segundo movimiento, y le falta un minuto para acabar, y el órgano, si es tal,
suena más grave. 15’’ más han pasado. Cuerdas, diálogo, con las manos y teclas, fuelle, con los vientos.
Y se acabó. Suena, aleatorio canciones,
Desaparecer, de Los Planetas, del álbum Una semana en el motor de un autobús.
¿Es todo movimiento una canción?
Derechos de autor (otra poética)
Señores: aquí la tienen:
ésta es, y abulta tanto como pueden comprobar
parte de mi obra en papel.
He hecho las fotocopias y las encuadernaciones de los tomos, últimamente,
yo misma. Espero que les gusten, y he aquí el juego
que para este eximio acto de concurso poético, de juego más o menos floral, dada la noche, y la circunstancia en que éste se realiza
o se convoca, por mi misma, oficialmente, ahora:
-Este es el juego:-
“Tengan, alarguen la mano.
Toquen al azar una sola de ellas.
Muéstreme sin mirar ésa, la hoja, en donde empieza el poema.
Se lo leeré y comentaré ipso facto.
Por favor, cuando les pregunte si quieren repetir la función
No lo duden, contesten con toda sinceridad
Su interés, por patético que sea por parte de ambas partes,
o de alguna,
no podrá por menos que hacerme enrojecer, pero les juro
que sin duda prefiero que quieran repetir.
Como poeta, si lo soy, no tengo ni otra opción
ni más vocación que granjearme su adhesión como público.
Disculpen, pues, solecismos evidentes como éste.
Pídanme sólo, por favor, “leános otra”
y suscitarán gratamente a mi amor propio una ancha sonrisa.”
Todas las cosas
Todas las cosas son terribles, o prudentes, o hermosas.
No hay ninguna que resbale suavemente al cruzar
la ladera :
se despeñan
todas terribles, o prudentes, o
hermosas
en grado sumo
en grado alto
en grado hermoso, nunca prudentemente prudentes, sino terrible o hermosamente prudentes, por ejemplo,
nunca terribles a secas, dicho con la tranquilidad de quien extingue el vuelo del más diminuto mosquito, sino terriblemente terribles, o hermosamente terribles, o terribles, incluso, hermosamente
nunca prudentemente terribles, ya me entienden;
así se despeñan las cosas, siempre, al cruzar la ladera:
nunca prudentemente hermosas, sino siempre
terriblemente hermosas, siempre
en el más álgido grado de toda su belleza, excepto las terriblemente terribles, como el dolor y la muerte, que nunca son hermosas, cuando ajenas e injustas,
que nunca son ajenas, cuando injustas
y nunca más terribles.
Pero… ¿qué es la injusticia y qué la justicia?
De eso nada sabe la ladera.
Me mira, riéndose, el paisaje entero
y me espeta directo:
“yo sólo te las muestro, tal como son, nunca prudentes al ser, siendo siempre sólo al tope.”
II
Son, todas las cosas, o terribles, o prudentes, o hermosas
Son, y no son nunca a medias, ellas,
sino enteras.
Reunión
Dicen unos: dos más dos suman cinco
Dicen otros: no en el mundo real en que vivimos.
Dicen unos: en todo trabajo hay que ajustarse a unas instrucciones
Dicen otros: en mi trabajo puedo buscar la dignidad
Dicen unos: sed una empresa, ganad dinero
Dicen otros: ja ja ja
Vida de pareja
Hay
y esto es importante que lo comentemos desde el día de hoy
un montón de cosas que me molestan sobremanera.
Por lo demás, ya sabes lo que pasa:
más habrá por tu parte, y nada de lo que haces puede hacer que no te quiera.
Eres, en otras palabras, como humano, perfecto.
Golondrinas
Dicen las golondrinas que han llegado, y vuelan
y yo me pregunto si no habrá una siquiera
que quiera hacer su nido entre nosotros.
Mira: hay agua –le digo.- Mira: tenemos mosquitos
y te queremos a ti de día, y, al anochecer, al murciélago.
Ven, bonita. Aprenderé tu idioma si es preciso para invitarte mejor.
No hagas caso a los gatos. Sabes que puedes anidar allí donde no llegan.
Pasa, pasa, por favor. No te nos cortes.
Ánimo
Pasan en un solo día tantas cosas…
Pasan cosas vivas
Pasan cosas muertas
Pasan cosas inanimadas, cuando caen o son arrastradas.
Pasan cosas sin patas y sin alas y sin cuerpo, lo mismo.
Pasan también cosas que son breves sucesos:
la conversación del desayuno, el día de después,
la noche antes, la charla
con Ángel…
He aprendido, pero quizás se me olvide
que las perdices no son como gallinas ni son como canarios
y tienen un tono dulce cuando hablan
y los párpados, ellas, pintados con dulce khol…;
y hablé a primera hora con él y otro vecino
con un niño pequeño de la mano:
saqué en limpio
que los perros no atacan cuando son advertidos
de no hacerlo por alguien a quien quieran servir
y que hacen igual de bien lo que el amo les pida
aunque el amo no cumpla en lo que debe con ellos,
-¡pobres perros!-.
Pero no son los humanos como los perros.
Por eso hablo con Ángel,
o con Luisa, o con Dámasa más tarde
esta misma mañana
de muy otro modo que con ellos.
* * *
¿Y vosotros?…¿Hablo ahora con alguien, cuando escribo?
¿Con quién habláis vosotros? ¿De qué modo?
¿Cómo tratáis a vuestros perros?
¿… como a perros…? ¿…como a humanos…?
¿…cómo a cosas sirvientes…?
Pasan en un solo día tantas cosas…
Hay tanto de qué hablar, de qué escribir…
Si tú tuvieras un río
Si tú tuvieras un río
de pamena
corriendo por las venas
no serías más dulce.
Si tuvieras un bosque
de elefantes
en vez de sólo un cerebro
no serías más sabio,
que lo eres.
Si te viera esta misma mañana
por primera vez
no te amaría menos,
pero seguramente lo haría con menos razones a favor ya estipuladas.
A cambio y por mi parte tendría a mi favor
(para engañarte mejor
y lograr que me quisieras)
el importante factor de la sorpresa.
Hoy, con bata y con ojeras,
no es seguramente el momento mejor para decirte,
-¡mi amor, buenos días! ¿qué tal has descansado…?-
estas cosas
A unas fotos
Mira: son pura luz en la pantalla, y milagrosamente retienen
las formas y colores (puntos, puntos, puntos, puntos)
de las cosas reales que un día estuvieron delante de la cámara.
Míralas, están quietas, no hay en ellas movimiento y sin embargo,
-serie, minutos de luz en la carrera imposible del Sáhara-
ved como han dado de la realidad pasada la reconstrucción de acción que a ellas se les niega, desafío de letra que no es palabra, de inmovilidad asegurada que desarrolla en su secuencia el movimiento del jeep, la detención del hombre, el paso de la mujer,
hacia dónde se va el camión que llegaba,
cuánto nuevo sol han retenido, poro a poro de arena, suelo y aire para enviarlas de vuelta a la retina de la película impresa, una vez, otra vez, otra vez, otra vez, otra vez
mientras la tarde acaba y el instante se va, a un lado y otro,
allí donde se pierden y encuentran las siluetas, cada una en su metro cuadrado,
cada una en su punto exacto en relación a un matiz en el rojo contra el cual se recorta
su negro que no es negro, sino a su vez gradación, y ambas escalas determinan el lugar que ocupaba aquella figura humana, aquellas figuras humanas, diecisiete acaso sin contar al ocupante del vehículo… ¿había línea del horizonte?
seguramente, pero ya no la recuerdo
* * *
Mira: son pura luz en la pantalla, y milagrosamente retienen
las formas y colores (puntos, puntos, puntos, puntos)
de las cosas que estuvieron delante de la cámara
en estricto perímetro.
Míralas siempre quietas.
No hay en ellas movimiento y sin embargo,
-serie, minutos de luz en la carrera imposible del Sáhara-
ved como han dado de la realidad pasada la reconstrucción de acción que a ellas se les niega, desafíos de letra que no es palabra, victorias de inmovilidad asegurada que desarrolla en su secuencia, mientras corre como puede el carro de una lámina a otra,
echando a un lado el marco de la anterior para que se vuelque otra filmina en la pirámide intensa, potencial o virtualmente infinita, de este chorro de luz que pende ante nosotros y cerca la pantalla, y en ella se nos muestra
el movimiento del jeep, la detención del hombre, el paso de la mujer,
hacia dónde luego se va el camión que llegaba,
cuánto nuevo sol han retenido, poro a poro de arena, suelo y aire unos segundos o un minuto después para enviar de vuelta a la película impresa, una vez, otra vez, otra vez, otra vez, otra vez,
-vuelan
las manos sobre la cámara, cambiando el objetivo, modulando parámetros,
mientras la tarde acaba y el instante se va, a un lado y otro,
al este o al oste, al sur o al norte, toda rosa de los vientos está en brazos del hombre
que dispara el pacífico mecanismo hacia uno de los dos extremos posibles de esta carretera que amenazan las más duras armas, los peores mecanismos de la historia-
y también hacia el otro,
allí donde contra el sol se pierden y encuentran las siluetas, cada una en su metro cuadrado,
cada una en su punto exacto en relación a un matiz en el rojo contra el cual se recorta
su negro que no es negro, sino a su vez gradación, y ambas escalas determinan el lugar que ocupaba aquella figura humana, aquellas figuras humanas, diecisiete acaso sin contar al ocupante o los ocupantes del vehículo que tan bien se distingue, y me pregunto… ¿había línea del horizonte?
Seguramente, pero ya no la recuerdo, sólo ellas en el paisaje han alcanzado lugar,
seres humanos,
nódulos humanos en el tiempo y el espacio,
-y está todo él entorno,
no hay nada que ilumine el infinito mejor que lo cerrado-;
el tiempo ya pasó, ellos se han ido, ellos acaso, alguno de ellos, acaso ha vuelto allí pero no están ya, ellos se han ido,
en este barco enviado con la fotografía al tiempo y al espacio
como imagen, esbozo y re-presentación
de un instante del tiempo y un trocito de espacio,
en un rincón del mundo que es lejano de todos
y es también su centro.
Sí, quizás miro una foto sobre el centro del mundo.
Quizás por eso aún sigo, en la memoria, viéndola.
Quizás todo el ahora de lo que llaman actualidad está, sin movimiento, en la dinámica interna de las líneas y gestos,
- pues nada hay que ilumine lo casi infinito o muy complejo mejor que lo sencillo, nada lo grande mejor que lo pequeño, nada mejor que la grandeza que muestra su pequeñez a nuestros ojos prueba mejor el modo en que,
de contrario a contrario, comprendemos el mundo.
Oración sin lexemas, frase sin sílabas, foto-
grafía de luz presente y recogida, culto del sol, pitagórica técnica del que escribe trocitos de mundo, historias,
utilizando –sirviendo- a esa forma de energía que nunca nada nos pide, que en absoluto depende de cuantos, seres vivos, no podemos sino amarla hasta el fin de los días, congregarnos con ella, orientarnos en ella, desplegarnos siguiendo sus latidos
y sus normas. Ignorados de ella, acaso, pero alcanzando, al vivir
cierta participación o integridad, pues somos materia llamada a esa energía, informados por ella, parte también suya.
¿Y quién podría decir que está solo cuando mira hacia el sol?
¿No nos devuelve acaso él las miradas de cuantos alzaron sus ojos para verle?
¿No es el Ojo de Amón, no es Ra, no es Apolo, no el Melkart,
no es ella la diosa japonesa, no es ella la terrible y poderosa señora de los Vedhas,
el fuego de Zoroastro, no es Lilith, el espíritu eterno, madre y padre,
toro y vaca,
Oso, Pegaso, Leopardo, Orión, Tauro, Escorpio, Gallo, Serpiente
dragón
rojo de esta fotografía
gris-negro
gris blanco
matiz de suelo y aire y toda superficie que se rice en su plano.
Hasta aquí, la oda.
Al final, sencillamente, las gracias al fotógrafo.
Quizás quizás quizás… Cantado por Nat King Cole
¿Debemos tener miedo, ya adultos, a conocernos demasiado, hermanos?
¿Debemos tener miedo, ya adultos, a no conocernos lo suficiente, hermanos?
No seguramente.
Acaso no.
No quizás. Quizás mejor me callo. Quizás quizás, me callo.
Hola Ana, gracias por pasarte por mi blog y comentar. Ah, los comentarios son automáticos, no tengo tantas visitas como para andar censurando...Por cierto, una curiosidad, ¿como has llegado hasta aqui? porque creo que no te conozco
ResponderEliminarCreo que atinas con lo de los guppys, aunque hay mucha variedad de colores. Lo que no se es por que dices que puede ser su experiencia final, son peces pacíficos y tienen un acuario para ellos solos. Ademas la segunda camada, unos veinticinto, ya los han regalado asique no hay demasiados (9 en un tanque de 75 litros).
No tengo noticias de que haya problemas con los campos electromagnéticos y las migraciones, pero le preguntaré a mi ornitologo de cabecera.
Con lo que si he escuchado alguna vez que hay lios es con las luces, algunas aves marinas que vuelan de noche utilizan el reflejo de la luna en el mar como baliza y a veces se equivocan de reflejo y aparecen estrelladas contra una ventana. Si que son vulnerables: si desaparece una laguna o un oasis en el que llevan miles de años descansando antes o despues de cruzar un desierto o un mar se produce una catástrofe.
Por cierto, muy bonito lo de
Se ha estrellado
el frío
noviembre
en el cristal y el árbol.